La bella princesa Coronis y Apolo se aman, pero Apolo, el divino más atareado, se ausenta a menudo y Coronis se entretiene con otros amantes. Un cuervo blanco informa al Dios sobre la infidelidad, a pesar de que una cornaja negra le advierte que mejor no lo haga.
Apolo se enfurece por el engaño y dispara una flecha en el pecho de su amada, pero enseguida se arrepiente e intenta desesperadamente devolverle la vida. No lo consigue, aunque puede salvar al hijo en su vientre: Asclepio (Esculapio), el futuro Dios de la medicina.
Asclepio es asignado por Apolo a la tutoría del centauro Quirón que le transmite todos sus conocimientos en las artes médicas.
Apolo odia al funesto mensajero y le muda de blanco a negro, condenando al cuervo a ser para siempre el “pájaro del malagüero”. En el fondo, a los dioses no les gusta la delación.
El mito nos conecta con la ornitomancia, la capacidad de leer los eventos en el vuelo de los pájaros, aun sentida en el mundo chamánico y perdida en nuestra tecnocracia; un arte natural de quien está en armonía con las energías universales y que, quizás, Ovidio tenía muy presente por la influencia del vuelo de las aves en la fundación de Roma.
La ornitomancia nos recuerda que vivimos en un mundo simbólico acechado por un mundo objetivo, de hecho, las innovaciones normalmente vienen acompañadas de objetos y, cada vez que nos aportan una cosa, pueden quitarnos otra (con la escritura se debilitó la memoria); siendo conscientes de esto, podemos velar por nuestros poderes relacionados con lo simbólico y lo sutil a la vez que disfrutamos de las ventajas que nos ofrece por ej. la tecnología, sin ser arrollados por ella.
Por último, se dice que los que nos dedicamos a la ayuda no lo hacemos por casualidad, sino que inconscientemente podríamos querer sanar las heridas de nuestra alma familiar y Esculapio nos habla de esto: es el Dios de la medicina, el sanador, y llega a su familia cuando Apolo está procurando salvar a Coronis, es decir, cuando su padre lucha para sanar a su madre. Inútilmente.